Evento resaltado en la agenda: comida de amigas. No estarán todas, una
lástima, pero ya se hace necesario el intercambio de charla y risas y hay
muchas ganas.
¿Cuándo? El 28 de febrero,
viernes de Carnaval, a las 15.00 horas… bueno, más o menos. Hay que deshacerse
de las afiladas garras de los trabajillos típicos de viernes a última hora,
siempre a punto para ponerte difícil la puntualidad y las ganas de alboroto.
Hay jefes que parecen olerse cuándo tienes una cita porque, justo ese día,
cuando dan las dos, necesitan urgentemente tus manos y no otras para sacar
adelante una tarea que no puede esperar (aunque haya esperado hasta esa hora). Y
la hemos fastidiado. Carrera de papeles por las mesas, el ordenador tiene un
ataque de renuencia, la fotocopiadora se atasca… Un respiro, por favor. Que
queremos llegar al restaurante antes de que cierren la cocina. Ahí está la
pobre sufridora del síndrome del viernes loco, toda erizada, luchando por
acabar a toda risa y sin errores (conceptos opuestos, sí, pero a veces los
milagros ocurren). Aquí esperan las que han podido evitar el peligro,
tabaleando con los dedos sobre el tablero del mostrador de recepción. Al final,
con doce minutos de retraso y entre refunfuños, irrumpe en el vestíbulo la que
faltaba. ¡Pues allá vamos!
¿Dónde? En un italiano bastante nuevo. La encargada de organizar esta comida
estuvo en la inauguración, bastante reciente, y le encantó, por eso ha optado
por el sitio. Ninguna ha cogido un plano, esta vez, porque es muy fácil llegar.
Calle San Bernardo, a una manzana de
la glorieta y la parada del Metro. Aunque pequeña, la entrada del restaurante se
ve fenomenal gracias al vivo color rosa del letrero. “L’amore è femmina”. Restaurante, tapas, bar de copas. Así,
de pronto, tiene buena pinta.