miércoles, 12 de marzo de 2014

Comer, hablar, reír...


Evento resaltado en la agenda: comida de amigas. No estarán todas, una lástima, pero ya se hace necesario el intercambio de charla y risas y hay muchas ganas.

¿Cuándo? El 28 de febrero, viernes de Carnaval, a las 15.00 horas… bueno, más o menos. Hay que deshacerse de las afiladas garras de los trabajillos típicos de viernes a última hora, siempre a punto para ponerte difícil la puntualidad y las ganas de alboroto. Hay jefes que parecen olerse cuándo tienes una cita porque, justo ese día, cuando dan las dos, necesitan urgentemente tus manos y no otras para sacar adelante una tarea que no puede esperar (aunque haya esperado hasta esa hora). Y la hemos fastidiado. Carrera de papeles por las mesas, el ordenador tiene un ataque de renuencia, la fotocopiadora se atasca… Un respiro, por favor. Que queremos llegar al restaurante antes de que cierren la cocina. Ahí está la pobre sufridora del síndrome del viernes loco, toda erizada, luchando por acabar a toda risa y sin errores (conceptos opuestos, sí, pero a veces los milagros ocurren). Aquí esperan las que han podido evitar el peligro, tabaleando con los dedos sobre el tablero del mostrador de recepción. Al final, con doce minutos de retraso y entre refunfuños, irrumpe en el vestíbulo la que faltaba. ¡Pues allá vamos!

¿Dónde? En un italiano bastante nuevo. La encargada de organizar esta comida estuvo en la inauguración, bastante reciente, y le encantó, por eso ha optado por el sitio. Ninguna ha cogido un plano, esta vez, porque es muy fácil llegar. Calle San Bernardo, a una manzana de la glorieta y la parada del Metro. Aunque pequeña, la entrada del restaurante se ve fenomenal gracias al vivo color rosa del letrero. “L’amore è femmina”. Restaurante, tapas, bar de copas. Así, de pronto, tiene buena pinta.



Las demás ya están dentro. Saludos, besos, piropos y sonrisas de oreja a oreja. Y, entre tanto, una ojeada al interior del local. Muy rosa y muy cuco. De momento, va bien. 


Una vez sentadas, llega Rolando, milanés y encantador, a repartir su sonrisa con la misma generosidad que sus explicaciones. Aquí no se van a encontrar pizzas ni los platos habituales en los numerosos restaurantes italianos más conocidos, sino especialidades del norte de Italia con un toque personal. Suena estupendo. El menú, nada caro, tiene una pinta bárbara y no es fácil elegir. Finalmente, el hambre apresura las decisiones. Y merecen la pena.

Platos bien presentados sin resultar despampanantes y en la cantidad justa, sin caer en el minimalismo. A destacar, la piadina: una delicia. Aconsejable también la polenta gratinada. La verdad es que nada de lo que traen tiene una sola queja. La comida es un éxito, por la cocina, la simpatía y las risas compartidas con Rolando y Enrique, el otro propietario.

Al salir, la promesa de volver, si no a comer al menos a picar algo y tomar una copa. Cualquier momento es bueno para pasar de nuevo y disfrutar de un rato divertido y con encanto.

Ah, el último detalle: antes de marchar, pasada por el “photo call”. Sí, sí. Enmarcadas por el rosa y bajo el nombre del restaurante, te haces una foto para la posteridad. Esta, con el ánimo festivo y alocado propio del carnaval.



Para conocerlo y cotillear antes de ir a pasar un buen rato, podéis seguirlo en internet y varias redes sociales. Aquí tenéis todos los datos:
Twitter:  @amorefemmina
Pinterest: amorefemmina
Instagram: amorefemmina

A la hora de dejaros caer por allí, está en
C/ San Bernardo, 86. 28015 Madrid
Para llamar y reservar
Teléfono: 91 115 22 59

Como nota final, cabe mencionar la banda sonora que acompaña a la clientela: música italiana, por supuesto. ¿Y por qué no quería dejarla pasar? Porque el nombre del restaurante es, precisamente, el título de una canción de Nina Zilli, musa del local. 


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