Llevo días con esta canción en la cabeza, desde que la escuché en una tienda mientras enredaba entre los utensilios de cocina, ese tipo de utensilios que me encanta tener aunque vaya a usar tres veces al año (o menos, dice mi costalero). Con las manos puestas en un atomizador de limones, reconocí los primeros acordes del piano y, antes de ser consciente de ello, comenzaba a cantar a dúo con Carole King: «I feel the Earth move under my feet, I feel the sky tumblin’ down, tumblin’ down…» Y, desde entonces, la frase se repite en mi cabeza cada mañana, según me levanto sólo medio despierta para entrar al baño a soñar con los ojos abiertos bajo la ducha. Quizá incluso la canturree en sueños, no sé; de momento no he recibido quejas al respecto.
Carole King me trae buenos recuerdos, de esos que te ponen la sonrisa en una comisura de la boca para ir dibujándola punto a punto hasta llegar a la comisura opuesta. Sentada en el suelo con las piernas cruzadas, una niña de sueños bohemios que imaginaba historias para ir creándose a sí misma. Había querido ser como Pippi Calzaslargas, aventurera y libre, y una de sus tías más jóvenes le trenzaba el pelo mientras cantaba las mismas canciones que ponía en su tocadiscos, canciones que la niña aprendía a su vez y pasaron a pertenecerla. Siempre tuvo las manos llenas de palabras y música. Siempre las tendrá.
Me gustaba Carole King no sólo por su música sino por lo que significó para mí, entonces, aprender que una mujer podía abrirse camino en un mundo en el que predominaban los hombres. Pippi fue el sueño infantil, Carole la realidad adulta. Compositora, junto con su marido Gerry Goffin, de temas de rock y pop de éxito, tras su separación continuó en solitario y siguió triunfando. Las mujeres podían hacerlo igual que los hombres. Para una niña que estaba recibiendo una educación de lo más tradicional era un descubrimiento que hacía mover la tierra bajo sus pies, sí, pero sólo para recolocarla de la mejor manera para seguir caminando hacia delante, hacia sus sueños.
Dedicada a Carmen, que me convirtió en Pippi durante tardes mágicas:
Si no puedes ver el vídeo, pulsa este enlace para acceder a él.
Genial, como siempre. Qué te voy a decir. me emocionas. Besos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Marisa :-)) No sabes lo bien que me sienta tu entusiasmo. Me alegra gustarte.
EliminarBesazos.
Siempre me han gustado las muñecas, quizá porque representaban para mi la personalidad infantil en estado puro, libre, o al menos, el estado con el que yo convivía.
ResponderEliminarTu fuiste mi primera muñeca con vida propia y la que me despertó el deseo a la evolución de la vida, la que me hizo consciente del movimiento de la tierra y que el mundo estaba bajo mis pies y además, lleno de maravillosos sentimientos like "You've got a friend"
¡Gracias Pippi!
"La Tia"
:-)))))
Eliminar