A veces
hay que dejarlo pasar. Por salud mental, más que nada. Y me refiero a… a casi
todo en la vida, en realidad. A veces, al mirar el mundo alrededor, se me llena
el estómago de indignación y las palabras (malsonantes muchas de ellas, lo
confieso) se atropellan al rodar por la lengua. Ese ánimo exaltado termina por
agotar, a fuerza de repetirse demasiado a menudo, y he llegado a la conclusión
de que no merece la pena estar siempre con las uñas afiladas y dispuesta a
saltar a la yugular. No se trata de mirar para otro lado, no, pero sí de darte
un tiempo de reflexión mientras pasa y lo miras de reojo. Como una leona al
acecho, intentar elegir la mejor presa cuando tengas que cazar. Practicar la
paciencia (no la resignación, eso no) y darte un tiempo de reposo para
fortalecerte. Saber esperar, a veces, tiene sus recompensas.
No se puede estar siempre al quite, que sino gastamos demasiadas energías. Biquiños!
ResponderEliminarExacto, hay que ahorrarlas para cuando hacen falta de verdad. Mejor un zarpazo bien dado que veinte manoteos desatinados ;-)
ResponderEliminarBesucos.