Existen diferentes clases de
sonrisa, desde la más inocente de los que guardan la expectación de un niño a
la teñida por el cinismo de quienes se sienten de vuelta de todo, pero la más
especial es la sonrisa franca, la que se despierta por el puro instinto de la alegría
necesaria para sobrevivir, aun sabiendo que no está el tiempo para andar
arriesgando sonrisas. Y es que ocurre con las sonrisas lo contrario que con el
dinero: las que se ahorran, se pierden. No hay bancos de sonrisas donde
guardarlas para los momentos en que más falta hacen, ojalá los hubiera, pero
hay algo mejor: personas.
Da gusto encontrar gente con
talento para la sonrisa. Me refiero tanto a los que son capaces de provocarla
como a quienes la lucen día a día, abiertamente mostrada en los labios o
asomada con picardía en la mirada. Hay medias sonrisas, que no son lo mismo que
sonrisas a medias; son tímidas, esperanzadas y, a la vez, una promesa. Algunas
invitan a querer hacerlas enteras. Otras son traviesas y juegan en las
comisuras de los labios, no siempre en ambas al mismo tiempo, y en el brillo de
los ojos. Te desconciertan, te incitan, te enamoran. Buscan en ti su reflejo y
terminan por sacarlo: contestas con otra sonrisa.
Esa capacidad para sonreír y para
conseguir la sonrisa me admira, entre otras cosas, porque en ocasiones parece
que enfrentarse sonriente al mundo es un signo de simpleza o de banalidad. Se
ve la alegría como un signo de irreflexión en lugar de un mecanismo de defensa
o, incluso, un arma contra la desidia y la tristeza que amenazan nuestra vida.
Abre una ventana en la oscuridad de la rutina, a despecho de aquellos que
prefieren vivir en la penumbra. Se alía con el dolor, cuando éste es
inevitable, para limarle los dientes y que sus mordiscos no lleguen al hueso.
Refresca, calienta, sosiega, revive.
Sólo una sonrisa basta, a veces,
para cambiar una vida. Eso es verdadera alquimia. Un toque de magia en un
terreno baldío. De la que no se puede perder. Porque las sonrisas se atesoran
pero no se escatiman.
Gracias a todos los
que sonreís y me hacéis sonreír.
Si no puedes ver el vídeo, puedes acceder aquí
Gracias a ti porque lo mejor de las sonrisas no solo es llevarla puesta sino multiplicarla. Asociar la alegria con la simpleza eso sí que es simple, me gustan todas las que nos dejas, a medias, de comisura, de ojos, me llevo un hatillo y te dejo unas pocas :)))))))))
ResponderEliminarBesitos
Esto es un intercambio bonito y lo demás son tonterías :)
ResponderEliminarPerooo ¿cómo me he perdido yo esta joyita? Una de las sonrisas que más me gustan es la que se me escapa cuando leo algo que me llena, que me deja buen sabor de boca, como esta entrada tuya, por ejemplo. Sonrisas a tutiplén, ;D
ResponderEliminarGracias por tus sonrisas y por tu compañía ;)
Eliminar