En días como hoy una se pregunta si los dioses han decidido desatar su ira para fastidiarnos por nuestro comportamiento, tal como dicen los libros sagrados que hacen. Truenos y relámpagos, lluvia y viento, un frío desusado para la época del año. A primera hora de la mañana, en pleno trayecto entre el portal y el autobús, el cielo entero se derramaba sobre la calle de la forma más despiadada. La previsión del paraguas no sirvió de mucho: una vez en el asiento, los dedos de los pies nadaban en los zapatos. Animada forma de comenzar la mañana, con una tormenta de verano con complejo de grandeza.
Una pequeña parte de mi alma perversa imagina un nuevo diluvio que arrasa, de forma selectiva, ciertas zonas especialmente molestas. Se supone que el agua, como el fuego, es elemento purificador. Pues nada, que el torrente arrastre todo lo que sobra… Ojalá fuera tan fácil. Pero en la calle la suciedad flota en los charcos, sin disolverse. Enfanga. Cuidado al pisar.
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